Una reflexión para el Concurso Juvenil de Murgas
Una reflexión para el Concurso Juvenil de Murgas
Hasta en el concurso, hay que procurar educar a los chavales en valores positivos, y no la competitividad.
El pasado sábado, tras el Concurso Infantil de Murgas, se daba paso al juvenil, con algunas carencias con respecto al de mayores como la falta de cámaras de televisión y prensa.
Se nos llena la boca hablando de lo positivo que es el «Combita» (diminutivo de COMBA, siglas de Concurso Oficial de Murgas de Badajoz), pero a la hora de la verdad, esto sirve para poco más que hacer letras de pasodobles.
No me gustaría que este artículo se interpretara como una generalización, y que solamente se de por aludido quien tenga que darse (al igual que los medios con respecto al pasodoble de Las Chimixurris de semifinales).
Sin embargo, es necesario hacer ver a padres, monitores de murgas juveniles (infantiles en menor medida, aunque también) y organización la importancia de prestar una buena labor educativa, también en esto.
No es de recibo que, actuando chavales que en algunos casos rondan los 11 años (o menos), se acuda al concurso como si de murgas mayores se tratara. Pancartas, gritos sectarios -solamente hacia los hijos propios- o escenografías propias de películas de ciencia ficción son algunas de las cosas que, a mi entender, sobran en este concurso.
Lo de las escenografías es para hacérselo ver. Tener unos decorados tan complejos implica que murgas que no generan dinero (como sí ocurre con las de mayores) tengan que poner una cuota para pagarlas, y con esto no hacemos más que enseñarles a los chicos que en esta vida todo les lloverá del cielo, cuando podrían ser ellos los que, ayudados por adultos, hiciesen sus propios decorados, fomentando el desarrollo de su imaginación y su capacidad de trabajo.
Otro error es tratar a esos chavales como adultos. No es de recibo escuchar de sus bocas letras picantes, palabras malsonantes o canciones de política o temas incomprensibles para ellos. Los monitores deben pensar que son adolescentes o pre-adolescentes, y como tales, adaptar sus letras para ellos.
Pero sin duda, la peor parte viene de la mano de los padres, que ataviados con pancartas, sudaderas, etc. se desgañitan gritando vítores a sus hijos, pero no aplauden al resto de grupos, convirtiendo el patio de butacas en una jauría sectaria que poco beneficio conlleva para quienes, con la inseguridad de la edad, suben por primera (o segunda) vez a las tablas del teatro.
El problema de raíz es tratar este concurso juvenil como eso, como un concurso en el que se ganan premios. Al igual que ocurre con los infantiles, bastaría con premiarlos a todos por el gran trabajo que hacen, independientemente del resultado. Ya llegará el concurso de los mayores y les pegará las bofetadas que tenga que pegarles, pero cuando tengan suficiente edad para encajarlas.
Que los chicos terminen el concurso teniendo que escuchar como otros le cantan en su cara «campeones, campeones» es una estampa que ojalá nunca hubiese visto, pues voy a tardar en borrarla de mi recuerdo.
Al final, los chicos acaban aprendiendo todo lo malo del concurso antes de tiempo. Quizá lo bueno, a este paso, no lleguen a aprenderlo nunca.
Corrección: Sí había cámaras y sí había prensa.
Me refería a las cámaras de televisión, Canal Extremadura, Badajoz Online, etc. Había una cámara portátil grabando el evento, pero no el despliegue de un día de concurso de murgas de preliminares.
Mira que eres WP 😉
Solo quería poner luz en el asunto XD
Madre de niña murguera y partícipe de absolutamente todo lo que has puesto en esa reflexión. Es triste pero algun@s padres siguen dando el «cante» y por desgracia, bastante desafinaos en respeto y educación.
Hay que educar tanto a niños como a padres en el respeto a todos los que concursan. Es necesario si queremos que el concurso gane en calidad. Muchas gracias por leernos.